Cuando
la cálida fragancia de tu mirada se durmió en mi lecho, todas las
músicas se desvistieron de los desencantos, todas se abrazaron y se
fundieron en las esquinas de los verbos de nuestras canciones más
sublimes y más divinas.
Y sin
pensamiento, sin idea, sin la influencia del personaje que siempre me
lastima, te besé en la bruma de tus misterios y de tus caídas, te
acuné en las heridas que se sanaban desde tus miedos y tus mentiras,
te amé con el amor, no con el temor que solía engañarme y
encarcelarme el alma al intentar controlar cada paso que mi cuerpo
daba en el camino de la vida. Te deseé en mí como se anhelan la
felicidad y la dicha, sin percatarme de que eras yo misma, porque en
mi pecho latías, existías, como el agua en el río, como la ola en
la playa, como el viento que mueve las hojas del árbol en una tarde
de primavera callada.
En mi
canción tú eras ya la melodía, eras la inspiración, y el suave
resplandor que brotaba en cada nota que mi corazon componía, eras la
belleza del piano, la elegancia del sonido que los violines
desprendían , eras la voz del espíritu resonando en mi boca, donde
tu nombre se escondía y a la vez resurgía para volar en mi canto,
como ave que agita sus alas en el cielo de mi esencia más pura, que
te adora y que te ama incluso en la limitación de este cuerpo que
envejece y que siente el amor de una forma a veces equivocada por
miedo a sucumbir a la locura.
Y
cantaba con tu voz, mientras tú me hablabas con la mía...
Eres
ahora ese dulce canto que nace de mi alma y que desenvoca en tus
pupilas...
Arael
Elama...
No hay comentarios:
Publicar un comentario