viernes, 19 de diciembre de 2014

AMOR DEL SER



Desde los albores de lo más sagrado,
desde la cúspide de mi Ser,
el amor se erige como una flor
que se abre para dar el aroma
que desprende su divinidad,
para honrar la vida, lo amado,
la palabra, el poema, el renacer,
la pureza, el templo del amor,
la verdadera esencia que se asoma,
en la única y eterna realidad...

Volar entre las sombras 
ilumina mi conciencia,
que se eleva por encima
de la cosecha absorta
en la noche o la demencia
de un olvido que no rima
con lo que hay en mi presencia...

No soy luz, soy clemencia,
ni soy oscuridad opaca,
soy el todo en esta nada,
la chispa y el estallido
que en mi sonrisa se escapan...

Atravieso espadas, cristales,
visito lagos y pantanos,
me ensucio de pequeñeces,
me limpio herida en los fractales
de la inocencia de nuestro origen,
y diviso cerca el santuario 
que mi alma erige...

No decido yo el pasado,
ni el futuro, ni el presente,
sólo vacío mi existencia
del miedo, el dolor apesumbrado
que sobre nosotros se cierne,
y me devuelvo una sonrisa
para continuar siendo consciente
de que soy la deidad tierna
que renace en este cuerpo 
 a veces  incoherente...

Salto y venzo,
soy como un dios invencible,
muero, sí, muero y renazco,
y me dibujo en el lienzo
de la divinidad increíble
que es realizar este hallazgo...

Soy un ser humano que siente,
mas soy espíritu, estrella,
viajera que aprende,
que se entrega y que se pierde,
que se encuentra y que se duerme,
que despierta y que, serena,
de lo absurdo se desprende...

Arael Líntley...


miércoles, 10 de diciembre de 2014

LA FLOR QUE TÚ NO ELIJAS



En mil planetas pude hallarte,
en las respuestas de tu alma,
en las cortinas que nos separaban,
en laberintos ambiguos
en la noche, el día, el sol,
en la luna y en el alba,
en todo eso eras presente,
te añoraba y te recordaba,
te vestía de mis sombras
para llorarlas en la alborada,
te desnudaba de ellas
tras descubrir que era yo
quien siempre las fabricaba,
te suplicaba clemencia
para que me reencontraras,
te desmayaba mis besos
ante tu boca que los rechazaba,
te perseguía en intentos
de que al mirarme vieras
por fin el reflejo de tu llama...

Y tras sufrir la caída del dolor,
tras llorar el camino del perdón,
tras morir en mi cuerpo
deseando e implorándote tu amor,
caí rota en mil espacios, en mil
luces de estrella que se desvanecían
en tu mente, en tu corazón,
ahogué mis sueños en tu ausencia,
maté con mis heridas la piel
que cubría la oportunidad
de amarte en este absurdo lugar
en esta ilógica demencia...

Creí buscarte, creí sentirte
más allá del viento y del aire,
amé quererte, amé saberte,
y entre luces de colores
escogiste no beberme,
elegiste perderme, antes,
mucho antes de tenerme...

Y supe así que ya no podía esperarte...



En la acérrima búsqueda
del cáliz del amor sagrado,
primero hallé la desgracia
de sentir que el ser amado
tan anhelado, tan venerado,
no poseía el don de saberme,
ni vería lo que no sabía ver,
ni hallaría lo que no lograba
buscar desde su única verdad...

Y luego falleció el personaje
que inventó el amor sobre el amor,
y amanecí envuelta en mi ser,
descubriendo que yo soy la flor
que da su aroma, que da su vida,
la flor que en mi jardín más brilla,
la flor que sólo ve aquel que mira,
la flor que ama sólo quien sabe amarla,
la flor que ya no busca, ni espera,
sólo se ilumina al sentirse viva,
la flor que ya no llora, ni se lastima,
la flor que ha florecido para existir,
sin ser lágrima, para ser rima,
la flor que todo ama, que a todo estima,
la flor que acepta que sola
puede ser libre completa,
porque ama sin condición, sin prisa,
porque ofrece amor sin devolución,
porque es pura y precisa,
porque esa es su rendición,
la de ser amor aunque tú,
rey del jardín de mis risas,
ni me ames, ni me elijas...

Arael Líntley

jueves, 4 de diciembre de 2014

TRASPASAR EL MIEDO

Mundo imperfecto
de falsas justicias,
bosques de yedra,
mentes desbordantes
de dispares entresijos,
de necedades inciertas,
noches de ósculos inertes
que en la mañana despiertan,
confuso silencio de acertijos,
temores que se acrecentan...

En el influjo de sus destrezas
inmersa en su prosa,
traspaso la cima
de la mentira inocua,
me visto de alma,
me antojo sedienta
de la verdad prófuga,
descalza de cordura,
colmada de tristeza,
buscando la manera
de hallar lo que murmura
un ángel que se posa
en la arista de mis penas...

Me pregunto...
¿Quién es este cuerpo
que me acoge
y me alimenta?

En el paso del camino
que se pierde cuando
el miedo se desprende
desmayando su vestido,
como velos, como hilos,
amanece la evidencia
de lo que estaba dormido.

Y me pregunto quiénes somos,
y por qué el miedo es nuestro
mejor amigo...

Una respuesta tenaz
acarica mis pensamientos...



Cuando el teatro social
del personaje falso,
se te presenta voraz
y reconoces tu reflejo,
ya estás dando un gran paso.

Y es entonces el momento,
de ser sólo lo que eres,
despojado de creencias,
de dogmas, de dominios,
de tus yoes infieles
que obstruían tu destino,
para ser un ser completo
libre de la demencia
de un mundo que vive ajeno
del amor que, con clemencia,
siempre fue nuestro sustento,
pues con él nos erigimos...

La verdad no es lo que vemos,
sino lo que en nuestro ser
amamos, somos y percibimos,
no es lo que inventamos,
sino la creación de lo divino
que se halla en el corazón
que está más allá de
lo que siempre creímos...

Sé tú el primero en convertirte
en la mejor versión de ti mismo...
Sé tú la paz, el amor, el prodigio,
sé la verdad, la esperanza,
sé tú el edén, el vestigio
de un paraíso naciente,
de un ser humano distinto...


Arael Líntley.
Eva Bailón B.

martes, 25 de noviembre de 2014

DANZÁNDOTE

Serpenteante como ondas de fulgor azul marino, que se deslizan entrelazadas con el viento, con la brisa blanca de la mañana, amanecida entre la niebla dorada de la luz que te acompaña, te danzas, para elevar hasta el cielo en cada gesto sutil que se te escapa, natural, bello, todo aquello que derramas con tus manos, entre tus dedos, gotas de esencia, lanzadas desde el amor que reluce en el centro de tu pecho...

Diosa de odas, de palabras sentidas y no expresadas, de oscilantes movimientos que se desnudan entre la bruma, tras el espejismo de un mundo desconcertante, palpitante y sugestivo balanceo, lloras tu voz para bailarla, meces tu pena y la conviertes en contento, en el influjo más puro y sereno de tu destino incierto...

Enredada en infortunios, te derrites ante la muerte de los complejos, para alzarte y erigirte de nuevo, para otorgarte el deleite de la valentía, de la fuerza y de un triunfo oportuno. Besas tu alma cuando la herida quema, amas tu gracia cuando el equívoco te frena, pules tus miedos pues bajo éstos se oculta el diamante que anhelas...



Vestigio de poemas, de loas, del verbo impoluto de tu corazón embebido en un camino de recelos, lánguido pesar que se apodera de tu cuerpo, mas en la danza se pierde el fantasma del esperpento, mal consejero que atesora tan sólo momentos austeros, de los que te deshaces para ascender y volar libre sobre ti misma, sobre tus peores desvelos...

Dánzate, niña de cabello negro, sincera y cauta, flameante y completa, viajante de tiempos, guerrera dulce de lálpiceros inquietos, cuadernos de mil versos compuestos, alma de paso firme e imperfecto, de sombras de luz, de ojos que observan al mundo para darse por entero...

Dánzate así, como tú sientes que debes hacerlo, fluctuante, sonrisa que se dibuja en las marcas de tu piel cuando comprendes que todo está en su esplendor, que todo es perfecto...

Orilla de los desalientos, brilla para guiar la ofuscación de quien no ve cuando se regala al dudoso sendero, vereda de piedras y enredos, oscuros parajes que, siendo falacia, parecen acierto...

Sinuosa llama que enciendes tu danza mientras nadie te mira, sonríe cierta, ama en la libertad de quien por amar se contenta, sé la realidad que en tu interior se manifiesta...

Arael Líntley

sábado, 22 de noviembre de 2014

REGRESAR A MÍ


Ávida de sentir la plenitud de la esencia que recorre mi cuerpo, salí de él para buscar lo que creía que podía completar mi camino.
He surcado mares, he saltado abismos, he volado libre con mis alas desplegadas, cautelosa para que el viento no se percatara de mi invasión en la miríada de su reino, donde bellas sílfides guiaban mi grato ascenso en aquella travesía afortunada.

He soñado sublime alcanzando la cima de mis anhelos, rozando la alegría del momento embriagador que supuso desnudarme de lo que inventé para jugar en el campo de los espejos.
He sido universo, despojada de la mentira, de la alucinación producida por el encantamiento de las verdades ilusorias, desprendiéndome del dolor, de la cúspide de mis lamentos, para ser una nueva versión humana de lo que había estado siendo, para ser más alma y menos pensamiento, para ser más amor y menos sufrimiento, desterrando el miedo.

Volé y volé, soñé y soñé, busqué y busqué, y sin saberlo, en un instante equivocado, me alejé de todo lo que estaba persiguiendo.

Y es que en el paso de mis ensueños, en el cruce de los mundos de la materia y de lo etérico, se me extravió la esperanza en un desencuentro. La confianza se derramó entre mis dedos como agua volátil, como verso sin principio, como hoja oscilante entre ráfagas de huidizas brisas que me apartan de lo que mi corazón escribe en un papel de dulces canciones, que fueron dictadas por el amor que me tiñe de poemas, me cubre de flores y me pinta la voz con el tono del edén que vive en mí porque en él mil veces he renacido.

Sin la fe que se ungía en mi pecho, sanando cada rasguño que al caer en mi corazón se hundía en lo más profundo de mi amor impoluto, la triste afección de mi alma se hacía presente sin que me diera cuenta, lenta, indeleble, dispuesta a destruirme.

Y como ángel caído sobre el mar del desconsuelo, del esperpento, del desasosiego, compungido y pereciendo, levanté la mirada y me observé ajena a mí centro, en la extraña lejanía de lo que había estado siguiendo.


Regresé, volví a mi propio universo, para lograr que el amor fuera mi brújula de nuevo, para que en mis lágrimas ya no hubiera más el desencanto. Ante mi infección por la mezquindad de lo austero, del equívoco por el desierto voraz que imaginé para atravesarlo luchando por amar en un lugar insincero, me erigí de nuevo, para no ser dañada más tiempo por la cruel y extrema condición de la desértica bruma de mis pensamientos, dunas y sol, frío en la noche en la que se regocijaba mi ego.

Regreso a mi templo...para ser la diosa que fui, creada por amor hacia mi presencia en alguno de mis cuentos...

Y es que me perdí buscándome en un paraíso yermo, en la aventura de hallar de nuevo al dios divino que quebró mi desolado llanto, fúlgido inventor de mis estimados versos, que amanece en mis besos y caricias silenciosas que se me escapan en el tiempo, enclave eterno de mi esencia completa, corazón unido a mis latidos que lo atesoran y lo cuidan, deidad que duerme en la mendacidad de un mundo abrupto, escarpado, inaccesible para un ángel destronado y olvidado.

Hoy, tras hundir mis ojos en la falacia de las realidades que ante mí se imponen sin reservas, veo mi derrota, me rindo, entrego mi miedo a los avatares que me acompañan, reniego de ser sometida a los designios de mi ego, me elevo, me enfrento al fuego, al hielo, al trueno, soy más fuerte porque ahora, con mis alas mojadas, también vuelo.

Y en el olvido seré recordada, y en la muerte, seré renacida, y en mi pérdida, seré recuperada, y en mi partida, seré la diosa que por fin regresa a salvarse de su propia guerra, urdida para aprender a ser una mujer liberada, un alma libre que vive como una humana, poder de la feminidad de la fuerza energética que en mi corazón se despierta para alcanzar la nueva humanidad creada.

Arael Líntley

viernes, 21 de noviembre de 2014

DESENCANTO

Corroídos por las lágrimas de la esperanza herida, sus ojos se cerraban ante el presagio de la inminente noche que la acechaba. Como pétalos humedecidos, se se desmayaban sigilosos los párpados cansados sobre sus pupilas vencidas.
Y las imágenes de sueños e ilusiones se iban formando entre sus pensamientos conscientes, que se alejaban de su mente para dar paso al ensueño, ese espacio del no tiempo que se elevaba ante ella cuando su cuerpo se entregaba a los etéricos mundos de morfeo.

Sucumbiendo al efecto de la fantasía perenne de sus anhelos, se adentró en el paraíso descalza, sin las vestiduras de su ego, de sus experiencias vividas, sola, con su alma desnuda, dispuesta a sentir, aunque evadida y oculta de la realidad que otros habían inventado para que muchos la creyeran verdaderamente real.

Allí, entre las flores, sentada bajo la luz de las estrellas que relucían en un cielo púrpura y dorado, se convirtió en semilla.

Y germinó en los campos del amor, para ser por fin una galaxia sembrada en un jardín de estrellas florales, planetas de perlas esculpidas y orquídeas.
Dispuesta a crecer y a confiar, y arraigada a su nueva condición de experiencia de vida, se olvidó de la esperanza que sintió en su corazón un día, en otro lugar ya relegado a un pretérito que no le pertenecía.
 
Insignificante mentira la que se reconocía cuando sus pétalos se abrían enamorados de la vida, esquiva verdad que se dormía en sus raíces en la tierra sumergidas.

Y al conocerse y saberse, siendo consciente de su existencia, giró en espiral hasta desapegarse de sus miedos, para huirse, para regresarse a sí misma de nuevo, para no reflejarse más en los resquicios de la manifestación terráquea de sus versos.



Poemas subyacentes en cada canción del alma de su esencia de flor de primavera, aquella de antaño ya olvidada que nació sonriente, mas apesadumbrada por la carga del dolor pasado.

Boicoteando sus principios de amarse para siempre, se rindió ante su propia desidia y disparó la bala del desencanto para morir sobre sí misma en un sueño siempre deseado.

No despertará la princesa con un beso apasionado, nadie ungirá su pena con el bálsamo de una nueva promesa, el eterno sosiego de lo intangible se mecerá en su alma para recordar junto a ella que el amor puede existir entre dos mundos opuestos que vibran al unísono.

Arael Líntley

miércoles, 19 de noviembre de 2014

AHORA

Ahora que ya no soy,
entre la niebla de mi desidia,
me despido de tu voz,
salgo a volar,
soltando amarras
para dibujar mi nueva vida...

Ahora que ya no eres,
sólo sé que soy amor
que nada en aguas
para naufragar,
al saber que no me amas
para llorar por este error...

Ahora que ya no somos,
me levanto de mi muerte,
me desprendo de la rabia,
renazco para amar,
sacudiendo mis alas
para alcanzar mi presente...

Ahora que soy lo que soy,
ya nada me duele,
nada me pertenece,
sólo esta flor,
la que siempre he sido,
la que en la noche florece...



Ahora que tú eres tú,
bésame y olvida los besos
que te alejaron de mí,
de tu alma,
de la promesa de amor
que nació de mil destellos...

Ahora que todo está en su lugar,
ya no tengo más miedo,
te busco, te encuentro,
te veo,
y al instante puedo amar
todo lo que yo anhelo...

Ahora que te recuerdo,
ya no hay más misterio,
venero tu historia entera,
la respeto,
mas soy sólo un silencio
fugaz que ya no espera...

Ahora, mi dulce amor,
te abrazo con todo mi fuego,
mientras camino hacia
otro lugar,
donde no sufra el ego,
donde sea sólo magia,
donde exista el desapego...

Arael Líntley

domingo, 26 de octubre de 2014

ME IRÉ


Soy sólo brisa marina,
sal que se pierde en el agua,
beso de luz, labios de miel,
verso fugaz de mi alma,
cielo de mar, nube de sol,
calma escondida en la piel,
que se ilumina,
que se dibuja en tu ser
para mostrarte el amor.


Plumas de nácar azul,
refugio de tus andanzas,
lecho de tu corazón,
mirada de certidumbres,
mujer vestida de tul,
para amarte con sazón,
sin costumbres,
sólo con lo que yo soy,
sólo con lo que eres tú.


Si al contemplar mis pupilas
borro tus pensamientos,
es porque soy un relato
escrito en lo que tú miras,
hallado en tus sentimientos,
esquivo de lo que tanto
tiempo creíste que era mentira,
soñando que fuera cierto.



No vengo a robar tu vida,
ni tus ideas, ni tu tiempo,
llegué como un soplo
de un nuevo aire fresco
al escuchar tu llamada
envuelta entre tus lamentos.

Cierro los ojos y te veo,
inmerso en tu mundo,
tan lejos, tan cerca,
y ante ti desaparezco
para ser música y susurro,
para que tu luz se engrandezca,
mientras yo sólo deseo
que tu alma sane y crezca...


Esa es mi forma de amarte,
de ser amor fuerte y sincero,
de darme sin que me veas,
de coronarme con tus talentos,
para que te comprendas.

Somos como dos ríos
que siempre fueron uno,
agua de estrella dividida
en una ilusión, fantasía
de que no estamos unidos,
mas la verdad ya la adivinas...


Soy más un hogar
que un abismo de dolor,
soy más tu propio ser
que una isla donde llorar,
no soy sólo una mujer,
soy espíritu, soy voz,
soy tu oculta realidad...

Pero me iré,
si así tú lo prefieres,
me iré,
aunque no me vaya nunca,
aunque siempre esté presente,
si el temor te sobrecoge,
si este amor a ti te abruma,
si no entiendes que me quieres,
aun siendo una idea absurda,
me iré,
bendiciendo tu experiencia,
para que halles tu camino,
reencontrándote en tu esencia,
más hermosa y más pura...

Y allí, en ti mismo,
me descifrarás sin más,
en un momento tranquilo
cuando tus alas abras
y te eleves hasta cielo
para saberte hallar.



Arael Líntley

miércoles, 1 de octubre de 2014

QUE SE DETENGA EL TIEMPO




Que se detenga el tiempo,
que se detenga...

Que se clave esa estrella en mi alma
y se derrame su luz por mi cuerpo,
que se detenga...
y se abra mi pecho para salvarte,
para honrar tu existencia
y besarla hasta emborracharme,
que se detenga,
y me libere del dolor de tu ausencia
que me adormece y se me cuela
por los miedos que me acechan,
que se detenga,
que te despierten los ángeles
para que veas,
para que el cielo se expanda
en tu sonrisa y en tu mirada,
que se detenga,
que te abrace mi espíritu
completo en el amor
de nuestras dos almas,
que se detenga,
que en tus manos se vistan
los besos que me consuelan,
los que seducen a mi boca,
los que me hablan y vuelan
y con tu lengua me tocan,
que se detenga,
para colmarte de abrazos
que a la vida me devuelvan,
porque sin ti, sueño escondido,
soy sólo un verso vacío
sintiendo cómo me quiebra
cada palabra, cada sonido,
cada te quiero perdido;
que se detenga,
para amarte eternamente,
aun dormida en tu recuerdo
no forjado, no encontrado,
aun sedienta de tus ojos,
deteniendo el tiempo
cuando al mirarlos los atrapo...

Que se detenga...

Arael Líntley

TE ENVIÉ MI VOZ

Te envié mi canción,
completa y profunda,
escrita con el corazón,
tinta de mis versos
anclados en mi despertar,
en mi dominio sin dominar,
en el poema de mi sin razón.

Viajó ella como la brisa
del invierno fresco,
entre nubes de silencio
para que tú la conocieras
y la sintieras fuera de la prisa
de la vida que nos enreda,
en laberintos tan complejos.

Subió montañas, muros, cimas,
colmó de paz el suburbio
de la noche más oscura,
se abrió camino fuerte
y convencida de ser tu rima,
el son de la amante más perenne,
amor sin fin entre las almas puras.

Fue veloz, leona, fiera
diosa de su alma transparente,
emblema de tus fronteras,
sonido dulce de frutos venideros,
espejo de tus emociones
y de las que en mí se anclan
y que se arrancan al observar mis miedos.

Y llegó hasta tu presencia
exhausta, libre y sincera,
para ser oída, comprendida e integrada,
para compartirse y ser así
un ritmo, la voz más cercana a tu alma...



Así sentiste la fragancia de mi voz,
entera y discreta,
envuelta en mi música,
en sensación, eco de la luz
que conmueve intenso
el anhelo de sentir amor,
amor verdadero cuyo nombre eres Tú.

Tú... mi interminable resonancia,
danza de mis estrellas,
prestigio de ser en ti
lo que eres tú dentro de mí,
deseo de serte y beberte,
ahogarme de tu agua
para no contenerme,
para derramarme en tu alma
iluminándome, ardiente
entre tu océano en llamas...

No importa si no soy
esa voz que tú esperabas,
tú sí eres melodía
que despierta en mi la danza,
el fulgor de mi color,
tonalidad de la alegría
que me expande y que te alcanza...

Arael Líntley

miércoles, 24 de septiembre de 2014

TENGO DERECHO A LLORAR

Tengo derecho a gritar,
a sentir esta rabia vibrando
en el centro de mi alma
mientras suplico no llorar,
no volar para caerme
al mirar al cielo soñando...

Tengo derecho a pensar,
a ser humana y rendirme,
a detener el tiempo un segundo
y desgarrar mi garganta
con el gemido del cansancio
por este paso que me hiere...

Tengo derecho a dudar,
a no creerte, a no creerme,
a dejar mis lágrima brotar,
a escapar de este mundo
que no me pertenece,
que me daña y me ensombrece...



Tengo derecho a necesitar
que me tiendan la mano
y me levanten con amor,
me ayuden como lo hago
muchas veces también yo,
porque mis alas se rompen...

La esperanza a veces se pierde...

Tengo derecho a buscarla,
a nadar en mis miedos,
en mis desconsuelos,
en la tristeza y la añoranza,
para hallarla y mantenerla
en mi corazón, aun sin poseerla...

Tengo derecho a implorar,
a manifestar que una piedra
al tocar mi alma a veces
haga sangrar mi inocencia
y me salpique toda entera
de la sombra, y me derrumbe...

Tengo derecho a desear marcharme,
escapar de aquí, no quiero quedarme...

Cierro mis ojos y miro de verdad,
sé que no soy este esperpento,
pero hoy sólo quiero llorar
para matar lo que estoy sintiendo...

Cubro mis llagas con sal,
sé que eso no es correcto
pero ya no puedo más...
sólo deseo dormirme
y despertar en un mundo perfecto...

Arael Líntley

lunes, 15 de septiembre de 2014

DAME LA MANO

Dame la mano, cielo,
vamos al universo,
tengo un regalo bello,
voy a mostrártelo...

Une tu pecho al mío,
ánclate en mis latidos,
oye mi melodía
para danzar unidos...



Abre tus alas nuevas
aletea con fuerza,
sube hacia arriba y vuela,
deja que te proteja...

Ya hemos llegado a casa,
este lugar que sueñas,
colmado de silencios
de luces y de estrellas...

Nubes de fuego y llamas
cálidas se derraman
por encima de los cuerpos
abrazados en la calma...

Gotas de amor que queman
encima de tu espalda,
rociando mi besos
y descubriendo eternas
que no hay amor más puro,
no hay amor más sincero,
más divino y completo
que el que destila el alma...

Dame la mano, cielo,
vamos de vuelta luego,
voy a fundirme entera
dentro de tus anhelos...

Calma tu penitencia,
deja a un lado los miedos,
siente como te entregas
al paraíso etéreo...

Dame la mano, cielo...

Arael Líntley

EL PODER DEL AMOR

En un susurro que ciega y oculta cualquier otro sentido para que logre alcanzarte, me hablas de un amor sublime que se presenta como el regalo de un corazón que ama libremente cerca de las nubes, lejos de lo mundano, a través de los espacios, universos, cruzando el tiempo, las dimensiones, los diferentes planos que existen en este planeta..
Y lo percibo como el sonido del mar, anidando en mi alma como una gran esperanza, con la certeza de que esa verdad existe en mí, como la respiración vive en mi cuerpo...

La llama que arde y que reluce en mi pecho me indica el camino que mis pies van trazando en la arena. Las olas del mar de esta nueva visita a este rincón tan especial, danzan con mis ojos, que las cuentan para saber cuánto tiempo he estado recorriendo esta playa.



El horizonte anaranjado me enamora una vez más cuando su música celestial me canta y me serena en mis cuentos de amor entrelazados a mi alma sutil, amante de amores, sedienta del beso del sol del alba que se clava en mi mejilla cada mañana.

Nostalgia de rayos dorados que me tiñen de ángel, de nubes blancas que me cosen las alas que siento, de cielos azules que nacen en mi mirada para ser devueltos al océano cuando vuelo por encima de su hermoso reflejo marino, que se diluye en mí, entero, y me convierte en la diosa del punto donde se une la magia de lo físico y lo etéreo.

Mi piel es de luna, de estrella, mis manos de lágrimas de versos de tus poemas perfectos, fabricados con esos susurros que me dibujan tu rostro bello, grabado en mis labios y disuelto en el aire que entra hasta mi cuerpo, para nutrirlo, para cuidarlo, para sostenerlo.

El poder del amor es invencible, es la deidad que nos conduce al infinito, al éxtasis energético, a la pureza más sagrada e intensa, es el sustento por el cual mi elevación me permite este acercamiento...

Y sueño tus pensamientos, siento el deseo de tu alma dentro de cada voz que presiento, veo tus sonrisas en el calor de un mensaje que se hace completo entre mis manos al escribir con la pluma de mi sentimientos.

Soy la llave que abre las puertas del miedo, atravieso la tormenta de rayos fieros, más allá de lo que no entiendo, grácil como la luz de un lucero...

El poder del amor es lo que me impulsa, me mueve, me arrastra hacia tus pasos inciertos, vistiendo la desnudez de la fantasía que promueves en tu intento de atrapar tus anhelos, con mi amor imperecedero...

Como una melodía confusa, me deslizo entre las ondas del viento, viajando hasta tu ventana y colándome en tus momentos, para acariciar tu alma con la respuesta a tus susurros, a tus señales, a tu llamamiento...

  • Aquí estoy, como siempre te prometo, en esencia, como nota de un piano que se muestra melodioso ante tus sentidos, como gota de rocío que se posa en tus ojos y se convierte en la lágrima de amor más intensa que jamás hayas sentido, que se posa suave en tu boca para ser en ti la saliva que te muestre el sabor del amor más verdadero...

Me distraigo en tu lengua para sentir la huella de tu nuevo traje en este mundo tan austero, ruedo luego en tu garganta hasta llegar a tu pecho y estallo en tu música, en tu aroma y en tus latidos, para latir contigo...

Si me llamas acudo sin dudar, tras el susurro de tu alma radiante, con el poder que el amor me otorga sin más, con mis alas atadas para poder volar, con el aspecto del ángel que deseas encontrar, con el atuendo de lo que tu mente desea inventar, mas siendo yo, sin error, pues mi nombre lo hallas en mi vibración, única, mía, de los dos...

Arael Líntley