Emprendiendo
el camino, el sendero hacia una verdad sostenida en la música de un
corazón encendido, se desprenden osados los insultos del pasado, las
dispersas evidencias de que los obstáculos renacen de entre sus
propias cenizas, y entonces el alma se subleva, y así agarra con
suma fuerza su poder por la empuñadura de su sabiduría cierta, para
deshacer con calma los hilos de la enredada mente que se interpone
entre el yo y la felicidad anhelada y perseguida...
Y
un sollozo lejano se diluye entre mis manos etéreas cuando trato de
consolarlo para así vencer el llanto, para dejar de estremecerme
cuando intento levantarme de la caída de los sueños que durante
tanto tiempo me han guiado.
El
valor de las cosas que en la realidad han ido sucediendo, ha
resultado ser tan sólo una mentira, una idea preconcebida,
implantada para que mi verdad fuera fustigada al emerger para
liberarme de la esclavitud de una vida mal enfocada, de una visión
terca, e inhibida.
El
soñador que había en mí desenfundó su espada para luchar
embravecidamente contra los fantasmas que ya se despertaban.
Y
en cada paso que fue dando, fue enfrentándose a ellos, uno a uno,
mas de nada servía matarlos, porque nunca ganaba la batalla.
Descubrí
así que no debía asesinar lo que temía, ni huir de ello, ni darme
nunca por vencida, pues cuanto más fuerte era el enojo y la
incomprensión de lo que me acontecia, más me daba cuenta de que
nada era real en aquella contienda sin salida.
Y
entendí que los fantasmas a los que me enfrentaba o sometía, son
miedos y penurias que inventa la mente cuando buscas alcanzar lo más
sublime, y que emergen de los confines de lo más oculto de tu
oscuridad más temible, que por mucho que los aniquiles, en tal acto
nada te exime de tu responsabilidad de comprender para qué aparecen
y qué te exigen, para qué te persiguen cuando te encuentras ante tu
verdadera esencia, y te reconoces entre todos los personajes que has
sido y que todavía, en ocasiones, eres, y que se desperezan y te
asedian para que regreses a la norma, a cumplir con las reglas, para
ser de nuevo vencido por el sistema, por la matriz de ilusiones que
te somete y que te enerva, que sutilmente te emborracha para así
convencerte de lo que está bien, de lo que está mal, hundiéndote
en el pantano de la dualidad, en la separación, en la competición,
en la guerra...
Y
los fantasmas te conducen a tu propio mundo dual en tu interior,
proyectado en lo que ves fuera de ti, identificando al otro como
parte de ese combate y tratando de cambiarlo, de convencerlo, de
demostrale que tienes la razón, que tú eres el sabio, mas de nuevo
estás enredado en la trampa del control, de un ego que demuestra
gobernar tu mente, tu cuerpo, anulando de nuevo a tu alma, que sólo
sabe una cosa, que existe, que es, que no hay nada dual, que todo es
un engaño, un laberinto en el que se pierde siempre el ser humano.
No
hay que ganar, ni perder, no se trata de vencer nada, ni de sanar, ni
de cambiar, se trata de permitir que lo que es sea, y que los
fantasmas hagan su función sin que nuestro andar se detenga, y que
nuestro dolor se funda con nuestra verdad para que éste no duela, y
que nuestra alma se expanda como fragancia a través de nuestra
mirada, nuestra voz, nuestra naturaleza...
Y
si otros intentan que seas de otra manera, debes recordar que sólo
se observan a través de tus pasos, y que sus fantasmas y los tuyos
se intercambian la tentaviva de frenarte para que dudes de tus
convicciones internas...
Sé
siempre lo que tú eres, no temas, no dudes, no escuches aquello que
parte del miedo de quien a su alma no se entrega...
Emprendiendo
el camino, el sendero hacia una verdad sostenida en la música de un
corazón encendido, he tropezado con muchas piedras, he limpiado un
sinfín de heridas, he dejado atrás a personas a las que amaba
porque debía atravesar una puerta que ellas no escogerían, he
sufrido mi propio juicio, y el de quiénes no me comprendían, mas no
me arrepiento de mi ruta, ni de mis elecciones vividas, pues a pesar
de ser todo una ilusión para así poder encontrar esa verdad en mi
alma prendida, me conducen hacia mi lugar sagrado, mi consagrada y
amada Alma, mi Ser, mi unión divina conmigo misma.
Arael
Elämä Araham...
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