En un mundo donde
todo era monotonía, limitación y donde la vida transcurría como
una rutina esclavizante que me sometía, mi alma prisionera gritaba
para escapar y liberarse de las cadenas que la encarcelazaban y la
confundían.
Intentaba
desligarse de sus ataduras a través de mis manos, mas sólo lograba
expresarse escribiendo lo que ella sentía, y se dibujaban así las
poesías que la definían, aun sin lograr liberarse y volar como ella
tanto anhelaba y perseguía.
Una cárcel tras
otra, una puerta abierta, una salida, y otra muralla que se alzaba
ante ella y que la retenía.
Y entonces ella se
hizo yo, se manifestó en mis ojos y todo a mi alrededor se volvió
vida, movimiento, alegría. Las calles no parecían las mismas, las
gentes eran diferentes, lograba ver su interior fulgurante, y aunque
por fuera parecían sombrías, en sus corazones brillaban estrellas,
algunas grandes, medianas y pequeñas.
Quedaba mucho por
hacer, capas y capas de mendacidades que debían caer, como velos,
como sombras que se irían alejando al alcanzar la luz, como
destellos que se irían uniendo para dar forma a otra realidad que se
ocultaba tras la niebla del acostumbrado error, de la verdad que no
era verdad.
Hasta que, paso a
paso, alcancé un lugar donde no había camino, donde debía aprender
a volar, donde debía ser valiente y atreverme a saltar. Un gran
precipicio muy cerca de un enorme mar, provisto de la gran aventura
de lo que significaría soñar y amar, y ver tus sueños convertirse
en realidad.
Era preciso
atreverme a lanzarme a la nada, pero temía herirme y no recuperarme,
temía engañarme, y entonces me habló mi alma, para decirme que mi
ser me esperaba, que confiara, que yo sólo era una ínfima parte de
un gran sol que era yo misma existiendo en dimensiones impalpables.
Y salté, salté
porque sabía que mi Ser me sostendría, que me cubriría de su aroma
y su delicadeza, que nadaría en él, bajo su presencia, buceando
entre su amor y sus certezas, para después, cubierta de él, pudiera
ir vestida de su fragancia...
Me lancé al océano de mi presente, de mi Vida eterna, para volver al origen de mi existencia, y ser uno con toda la conciencia, bañada en las olas de la playa de mi alma, de mi cuerpo, de mi inocencia...
Y ahora Soy, existo, dentro y fuera de los laberintos de la ilusión que la mente crea, en el cielo y en la tierra, en el agua, el fuego, el viento y la arena, en el éter, en el vacío y en la infinita fuente de donde proviene mi esencia...
Ahora nado completa
entre peces, delfines y sirenas, en los mundos donde la vida es mucho
más de lo que el ser humano refleja, para así poder manifestar otra
realidad que ayude, como una gota más, a transformar a esta
humanidad obsoleta...
Arael E. Araham
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