jueves, 30 de junio de 2016

SOMBRAS – LA HISTORIA DE UN ALMA ANÓNIMA



De la mano de mis sombras, llegué a un puerto para llorar los ayeres, para abrazar los mañanas, para besarle la frente al ahora, y así, permitirme navegar en mis silencios sola, dibujando mi huella al pasar por los caminos vacíos que iba colmando con el fulgor de mis manos, temblorosas por no saber en qué lugar deberían colocarse para que su calidez no se enfriara con el paso del tiempo.



Lento y perenne se dibujaba mi paso; frágil e indemne florecía mi alma en cada centímetro de mi cuerpo, en un eterno presente, convulsionado por una metamorfosis inherente a lo que yo era, soy y seré siempre, un espíritu que vuela libre desde el amor y para el amor, desde la vida y para la vida, desde la magia y para la magia, para existir sin más lamentaciones, sin más lágrimas heridas.

Y es que mi llanto no era por un sufrimiento concreto y anclado en mi corazón exultante, sino que se erigía por una anhelada osadía que se me escapaba en cada suspiro, en cada amanecer, en cada poesía pintada con los tonos de mi esencia, con mi propio brillo, con el aroma de mi energía, ésa que es mi sello, mi firma, mi única identidad, la más divina, la más antigua, la que esconde un gran amor y lo preserva de las inmundicias, incluso de las que entre mis sombras más oscuras a menudo han intentado tocarlo y contaminarlo con sus mentiras.

Y en ese mar de orillas turquesa, me desmayé sin fuerzas, entre las olas tranquilas, y me rendí, me rendí para no luchar más contra lo que sentía, contra lo que ya sabía, que no era mío el control de mi alma, no era mío su destino, sino de ella, y debía dejarme llevar, fluir en el río de su sabiduría, soltar, y debía permitirme soñar, volar, cantar, danzar, y experimentar por fin la felicidad.

Y al despertar sentí mis alas, agitándose con dulzura, suaves, plateadas, fulgurantes, magestuosas, y mi cuerpo débil de mujer, se había transformado en algo más etéreo, algo similar a un ángel, o tal vez a una mariposa naciendo de su crisálida, siendo más sutil, más luminosa.

Fui desapegándome del control, enamorada de mi nueva condición, de mi libertad, emanando una estela de mágicos versos azules como zafiros, y atravesé esta dimensión en la que me vencían los miedos, aprendí a amarlos y a no temerlos, a descubrirlos como aliados, y entonces supe que que soy el cielo, y lo eterno, soy los mares, y la tierra, soy el universo al completo.

Surcar el infinito, en plenitud, aprendiendo a ser lo mejor de uno, guiándote con tu propia luz, y ver el mundo desde lo más alto que puedas alcanzar, rozando a veces el límite de lo interminable, y otras veces descendiendo en momentos de debilidad, es lo más hermoso y bello que podría ocurrirte, mas cuando te acercas a tu propia divinidad, el vuelo te conduce a una soledad, llena de calma, a veces nostálgica, otras envuelta en paz, porque no muchos se atreven a elevarse, a ascender por encima de su propia mendacidad...

Ya las sombras se fundieron con mi verdad, ya no son penumbra, ahora son amor y claridad.

Arael Elämä...

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