Me
abro camino...
Paso
a paso, poco a poco, forjé las huellas que del ayer me enviaron a
este momento en que me hallo frente a ti, sopesando los éxitos, los
fracasos, las verdades, los engaños, y recalculando la ecuación que
se gestó con números que ahora ya no me sirven, porque se han
borrado.
Y
del abismo en el que parecía estar cayendo, emergió una luz que me
acogió me elevó, y me mostró el camino que no podía ver, pues se
creaba cada vez que mis pies tocaban un suelo que no existía.
Me
embarqué en una aventura con una brújula que marcaba mis errores,
para que pudiera liberarlos, dejarlos ir, para que no los guardara
más en mis bolsillos, para que no anudara ilusiones a mi alma
sedienta, porque en realidad, jamás había sentido sed, el agua
brotaba desde mi corazón, como un rayo reluciente hecho de versos,
que se entrelazaba con mis manos, con mis ojos, y se expandía en mis
abrazos, en mis besos, y se extendía por aquellos parajes por donde
paseaba.
No
me percaté de que por aquellos lugares por donde transitaba, mi Ser
sonreía y las flores se escapaban y volaban, las mariposas se
convertían en hadas, las sirenas peinaban sus cabellos con mis
palabras, y el sol me daba la calidez que necesitaba para sentirme
acompañada.
Y
mi atuendo de guerrera no me hacía falta, ni el de víctima, ni el
de mujer enamorada, tan sólo un yo tranquilo, sosegado, que a sí
mismo se emanaba, desprendía la esencia real de lo que la ropa
ocultaba.
Me
abro camino...
Dejo
atrás el verbo del cual me equivocaba, no nado en el río que mis
lágrimas ya secas habían inventado para llegar a un mar que ya no
estaba, que no era mío, forjado de hechos e historias de misterio
que me encandilaban.
Y
hoy soy mi barco, mi océano y mi estrella, el flujo de energía que
se mueve hacia la gran estela de la vida, de la conciencia divina, de
la magnificencia que me guía hacia la idea que no es idea, que es la
única verdad, la unidad, el origen, la supremacía.
En
el paso del gigante que me da la mano cuando mis piernas flaquean,
hallo la fuerza, el corage, la valentía...
Y
en el gesto tierno de quien susurra entre el canto del viento que mi
piel de forma suave acaricia, te encuentro, me encuentro, nos
encontramos, más allá del amor mundano, más allá del amor que mi
pequeña mente comprendería, más allá del universo, más allá de
un millón de miradas vacías, más allá del cielo, más allá de
esta vida.
Beso
tu mirada y la bendigo en la mía, porque mirarte es la bendición
más bella que he sentido en mi pecho encendido con la luz de algo
más fuerte que nosotros, que nos mira, beso tu sonrisa esquiva, tu
alma fundida en el sollozo de una emoción contenida, tu cuerpo que
respiro y que en mi cuerpo se perfila, tu abrazo que me envuelve y me
ilumina...
No
hay error en lo que hace latir mi existencia más allá de esta
humana que soy, de esta mujer de la que me visto cada día. No hay
mentira en lo que observo sin el filtro que cayó en el abismo que me
sostenía, ahora, sólo hay verdad, y el miedo se ha rendido ante la
diosa que vive en mi boca cuando la besas con tu amor de ángel, de
hombre, de dios, de locura de pasión que me provoca, sí, me provoca
vivir, me provoca sentir, me provoca salir de esta crisálida que me
oculta, para unirme a tu voz, a tu respiración, a tu piel, a tu
esencia loca...
Me
abro camino...
Renazco
de mis cenizas y destilo mi voz como una ráfaga que te habla cuando
tu ser me da la mano y me dice: “camina, camina mi amor, camina,
que yo te acompaño, que no hay distancia, que sólo hay amor y sólo
hay vida”
Arael
Elämä.
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