Surco palabras enredadas
en mi pecho, para enlazarlas con los versos despojados de mis manos, con las
luces indelebles de mis ojos al besar los horizontes desmayados en mis brazos,
rezagados, desvestidos de la noche que se duerme entre mis antiguos miedos ya
perdidos en la niebla del pasado, que destila este presente diferente,
dibujándome certera sin la piel de quien ayer yo era, sin disfraces…
Nado en la profundidad de
mi poema y en senderos de belleza y esperanza, cuyos umbrales se apalabran con
mi calma, soy serena y brava, entera e infinita, soy espíritu fugaz y mi atavío
es la fuerza que me otorga la libertad de mi alma, que se eleva, que se escapa
de ataduras ya cortadas, y entre las sombras se hace luz para brillar por
encima de los límites de la alborada…
La musa se viste de
estrofas de ensueño mientras desperezo mi indolencia de esta vida inventada por
las mentes obsoletas, y es fragante, es etérea, es la magia que me envuelve en
la pureza, se desliza por mi rostro mientras me diluyo en la mañana, lírica de
sonidos sordos que secuestran mi torpeza y la transforman en el oro del fulgor
de mis pupilas abrumadas, pues es la poesía la alquimia de mi verdad más
sagrada, la de un ser que abre sus alas, y así, feliz y completa, vuelo sin
temor a ser juzgada…
Soy el viento, soy la
brisa, soy el agua, soy el fuego y la pasión que grita sublime hasta el final
de mi inefable existencia enamorada, soy la bruma del silencio que mi corazón
no calla, soy el fondo del secreto que se conecta con la divinidad, el cielo,
el paraíso y la felicidad más añorada, soy la isla donde se ocultan el camino,
la selva, el volcán y la playa… Soy un gran universo escondido en una humilde y
prudente mirada…
Sin ella no soy lo que
soy, y sería otra persona y otra alma, la poesía es mi corona, mi nombre, mi voz,
mi verdadera fragancia…
Arael Líntley..
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