viernes, 21 de noviembre de 2014

DESENCANTO

Corroídos por las lágrimas de la esperanza herida, sus ojos se cerraban ante el presagio de la inminente noche que la acechaba. Como pétalos humedecidos, se se desmayaban sigilosos los párpados cansados sobre sus pupilas vencidas.
Y las imágenes de sueños e ilusiones se iban formando entre sus pensamientos conscientes, que se alejaban de su mente para dar paso al ensueño, ese espacio del no tiempo que se elevaba ante ella cuando su cuerpo se entregaba a los etéricos mundos de morfeo.

Sucumbiendo al efecto de la fantasía perenne de sus anhelos, se adentró en el paraíso descalza, sin las vestiduras de su ego, de sus experiencias vividas, sola, con su alma desnuda, dispuesta a sentir, aunque evadida y oculta de la realidad que otros habían inventado para que muchos la creyeran verdaderamente real.

Allí, entre las flores, sentada bajo la luz de las estrellas que relucían en un cielo púrpura y dorado, se convirtió en semilla.

Y germinó en los campos del amor, para ser por fin una galaxia sembrada en un jardín de estrellas florales, planetas de perlas esculpidas y orquídeas.
Dispuesta a crecer y a confiar, y arraigada a su nueva condición de experiencia de vida, se olvidó de la esperanza que sintió en su corazón un día, en otro lugar ya relegado a un pretérito que no le pertenecía.
 
Insignificante mentira la que se reconocía cuando sus pétalos se abrían enamorados de la vida, esquiva verdad que se dormía en sus raíces en la tierra sumergidas.

Y al conocerse y saberse, siendo consciente de su existencia, giró en espiral hasta desapegarse de sus miedos, para huirse, para regresarse a sí misma de nuevo, para no reflejarse más en los resquicios de la manifestación terráquea de sus versos.



Poemas subyacentes en cada canción del alma de su esencia de flor de primavera, aquella de antaño ya olvidada que nació sonriente, mas apesadumbrada por la carga del dolor pasado.

Boicoteando sus principios de amarse para siempre, se rindió ante su propia desidia y disparó la bala del desencanto para morir sobre sí misma en un sueño siempre deseado.

No despertará la princesa con un beso apasionado, nadie ungirá su pena con el bálsamo de una nueva promesa, el eterno sosiego de lo intangible se mecerá en su alma para recordar junto a ella que el amor puede existir entre dos mundos opuestos que vibran al unísono.

Arael Líntley

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