viernes, 19 de diciembre de 2014

AMOR DEL SER



Desde los albores de lo más sagrado,
desde la cúspide de mi Ser,
el amor se erige como una flor
que se abre para dar el aroma
que desprende su divinidad,
para honrar la vida, lo amado,
la palabra, el poema, el renacer,
la pureza, el templo del amor,
la verdadera esencia que se asoma,
en la única y eterna realidad...

Volar entre las sombras 
ilumina mi conciencia,
que se eleva por encima
de la cosecha absorta
en la noche o la demencia
de un olvido que no rima
con lo que hay en mi presencia...

No soy luz, soy clemencia,
ni soy oscuridad opaca,
soy el todo en esta nada,
la chispa y el estallido
que en mi sonrisa se escapan...

Atravieso espadas, cristales,
visito lagos y pantanos,
me ensucio de pequeñeces,
me limpio herida en los fractales
de la inocencia de nuestro origen,
y diviso cerca el santuario 
que mi alma erige...

No decido yo el pasado,
ni el futuro, ni el presente,
sólo vacío mi existencia
del miedo, el dolor apesumbrado
que sobre nosotros se cierne,
y me devuelvo una sonrisa
para continuar siendo consciente
de que soy la deidad tierna
que renace en este cuerpo 
 a veces  incoherente...

Salto y venzo,
soy como un dios invencible,
muero, sí, muero y renazco,
y me dibujo en el lienzo
de la divinidad increíble
que es realizar este hallazgo...

Soy un ser humano que siente,
mas soy espíritu, estrella,
viajera que aprende,
que se entrega y que se pierde,
que se encuentra y que se duerme,
que despierta y que, serena,
de lo absurdo se desprende...

Arael Líntley...


miércoles, 10 de diciembre de 2014

LA FLOR QUE TÚ NO ELIJAS



En mil planetas pude hallarte,
en las respuestas de tu alma,
en las cortinas que nos separaban,
en laberintos ambiguos
en la noche, el día, el sol,
en la luna y en el alba,
en todo eso eras presente,
te añoraba y te recordaba,
te vestía de mis sombras
para llorarlas en la alborada,
te desnudaba de ellas
tras descubrir que era yo
quien siempre las fabricaba,
te suplicaba clemencia
para que me reencontraras,
te desmayaba mis besos
ante tu boca que los rechazaba,
te perseguía en intentos
de que al mirarme vieras
por fin el reflejo de tu llama...

Y tras sufrir la caída del dolor,
tras llorar el camino del perdón,
tras morir en mi cuerpo
deseando e implorándote tu amor,
caí rota en mil espacios, en mil
luces de estrella que se desvanecían
en tu mente, en tu corazón,
ahogué mis sueños en tu ausencia,
maté con mis heridas la piel
que cubría la oportunidad
de amarte en este absurdo lugar
en esta ilógica demencia...

Creí buscarte, creí sentirte
más allá del viento y del aire,
amé quererte, amé saberte,
y entre luces de colores
escogiste no beberme,
elegiste perderme, antes,
mucho antes de tenerme...

Y supe así que ya no podía esperarte...



En la acérrima búsqueda
del cáliz del amor sagrado,
primero hallé la desgracia
de sentir que el ser amado
tan anhelado, tan venerado,
no poseía el don de saberme,
ni vería lo que no sabía ver,
ni hallaría lo que no lograba
buscar desde su única verdad...

Y luego falleció el personaje
que inventó el amor sobre el amor,
y amanecí envuelta en mi ser,
descubriendo que yo soy la flor
que da su aroma, que da su vida,
la flor que en mi jardín más brilla,
la flor que sólo ve aquel que mira,
la flor que ama sólo quien sabe amarla,
la flor que ya no busca, ni espera,
sólo se ilumina al sentirse viva,
la flor que ya no llora, ni se lastima,
la flor que ha florecido para existir,
sin ser lágrima, para ser rima,
la flor que todo ama, que a todo estima,
la flor que acepta que sola
puede ser libre completa,
porque ama sin condición, sin prisa,
porque ofrece amor sin devolución,
porque es pura y precisa,
porque esa es su rendición,
la de ser amor aunque tú,
rey del jardín de mis risas,
ni me ames, ni me elijas...

Arael Líntley

jueves, 4 de diciembre de 2014

TRASPASAR EL MIEDO

Mundo imperfecto
de falsas justicias,
bosques de yedra,
mentes desbordantes
de dispares entresijos,
de necedades inciertas,
noches de ósculos inertes
que en la mañana despiertan,
confuso silencio de acertijos,
temores que se acrecentan...

En el influjo de sus destrezas
inmersa en su prosa,
traspaso la cima
de la mentira inocua,
me visto de alma,
me antojo sedienta
de la verdad prófuga,
descalza de cordura,
colmada de tristeza,
buscando la manera
de hallar lo que murmura
un ángel que se posa
en la arista de mis penas...

Me pregunto...
¿Quién es este cuerpo
que me acoge
y me alimenta?

En el paso del camino
que se pierde cuando
el miedo se desprende
desmayando su vestido,
como velos, como hilos,
amanece la evidencia
de lo que estaba dormido.

Y me pregunto quiénes somos,
y por qué el miedo es nuestro
mejor amigo...

Una respuesta tenaz
acarica mis pensamientos...



Cuando el teatro social
del personaje falso,
se te presenta voraz
y reconoces tu reflejo,
ya estás dando un gran paso.

Y es entonces el momento,
de ser sólo lo que eres,
despojado de creencias,
de dogmas, de dominios,
de tus yoes infieles
que obstruían tu destino,
para ser un ser completo
libre de la demencia
de un mundo que vive ajeno
del amor que, con clemencia,
siempre fue nuestro sustento,
pues con él nos erigimos...

La verdad no es lo que vemos,
sino lo que en nuestro ser
amamos, somos y percibimos,
no es lo que inventamos,
sino la creación de lo divino
que se halla en el corazón
que está más allá de
lo que siempre creímos...

Sé tú el primero en convertirte
en la mejor versión de ti mismo...
Sé tú la paz, el amor, el prodigio,
sé la verdad, la esperanza,
sé tú el edén, el vestigio
de un paraíso naciente,
de un ser humano distinto...


Arael Líntley.
Eva Bailón B.