miércoles, 25 de junio de 2014

EN MI VERANO


Mar, olas, espuma, versos, sal, brisa, viento, arena...
Sol que me arrulla en el alba y mece mi alma con su luz naciente...beso salado de mi mar amado en mi cuerpo, en mis manos, en mis labios... suave caricia en mis pies sobre las dunas de mi solitario paseo, bajo azules destellos, nubes ausentes para destapar la belleza del cielo...

Calma en mi pecho tierno, huracán de amor en mi alma que grita su pasión mientras vuelo, vuelo, vuelo en el agua, nado en el silencio de mi enamoramiento sincero... Amar lo que veo, amar lo que siento, amar lo que soy, sencillamente siendo...amar lo que eres, tal como eres, porque así como te observo por dentro, sin cambiarte nada, eres tan bello...

Ondean los rizos de mi cabello, como banderas de mi ser y de mi esencia, de mi espíritu aventurero, mientras mi danza se envuelve de luceros, de rayos de fulgor eterno, y mi vestido blanco reluce y me eleva en una esfera de magia donde te sostengo... Abrazo a tu alma, compañero extrangero, ser que no te hallas y que no comprendes que no hay distancias, no hay misterios, no hay verano si no comprendes que la vida es tan sólo un sendero, un camino, un juego.

Y la música de lo etéreo, del susurro de mi océano, del sosiego, me estremece y me adormece mientras transformo lo que queda de mi ego... Escucho, escucho atenta el murmullo de la melodía de mi cuerpo, me entrego a mi fuego mientras soy fuerza, incendio; me arraigo en la tierra para ser árbol, selva y sendero; llueve, cae el agua en cascada y se desliza por mi ser entero, me conmueve, y del aire que respiro soy adepta y lo venero, me protege...

Ya completa y reunida con mi luz, abrazo con respeto a mi mayor miedo, lo abrazo y lo suelto, converso con mis sombras y las comprendo, me desnudo de temores, dudas, iras y tormentos, y despido lo que ya no sirve con reberencia y cortesía, dando gracias por lo aprendido y lo aportado durante toda mi travesía...

Y sin la vestidura de mi humana, que era ciega por el miedo, voy a tu encuentro a cumplir la promesa que hicimos en el cielo...

Arael Líntley

miércoles, 18 de junio de 2014

PERSIGUIENDO A TU CORAZÓN



Levanté la mirada y tu alma se abrió paso a través de mi esencia, iluminando todo mi ser, deshojando el árbol del dolor y del apego, convirtiendo en oro el castigo de mi ego, la renucia de mi espada sagrada que luchaba por la supervivencia de mi sensible diosa, que apenas a mostrarse osaba.

El cuchillo que rasgaba mi deseo de encontrarte arañaba mis temores, mis anhelos, y tus besos, suspiros de viento dibujados en mis labios mientras perecían todos mis miedos, coronaron con flores, rosas blancas, jazmines y pétalos de amor sincero, a mi frágil y desnudo cuerpo, mientras un te amo se escapaba desde lo más profundo de mi pecho.

Y tus ojos, vívidos luceros de fulgor que viajaban sumergidos en mi océano, se clavaron para siempre en todo lo que soy, en todo lo que fui, en todo lo que seré, en todo lo que siento...

Tu mano sobre mi mano, unidas en un amor eterno, crearon el infinito, el universo, dando a luz una explosión de matemáticas y versos, en la pulcritud de lo sagrado, de lo inmenso, saltando las normas de lo denso, desenvolviendo las capas de lo confuso, de lo incierto, para colmar nuestras almas de la sublime presencia divina del gran amor puro e intenso, ese que es vibración, luz, fuego, llama sacra de lo que somos en nuestra esencia más verdadera y nuestro origen más etéreo.

Y ahora, refulgente y cautiva en este ser humano torpe e inconsciente, busco la llave que abra la puerta de tus muros, para calmar la sed que se cierne sobre tu alma, presa en el hombre que eres, alma amante de la fusión de nuestros seres, mientras tu corazón herido se refugia en la fresca sombra del temor, de la incertidumbre, del pesar de la experiencia humana que elegiste...
Persigo a tu corazón, lo busco para que me mire, aguardo paciente que la noche termine, y que el sol con su verdad se levante en la alborada y te ilumine. 


 
Y allí estaré yo, de nuevo, mas esta vez consciente y firme, esta vez alma a alma, ser a ser, hombre y mujer, mujer y hombre, en la respresentación de las luces que danzan convertidas en fuego y calma, en olas del mar que se desatan y que en la orilla se despliegan para limpiar cualquier marca que todavía nos separa.

Era fácil amarte y de mi cuerpo despojarme cuando en el cielo te encontraba...
Y tras tu gesto y tu permiso para que derribe las murallas, la Diosa se alza, abre sus alas, y persiguiendo a tu corazón te reclama, con ternura, devoción, paciencia y extremo amor en su alma...

Vuela, vuela conmigo para que brillemos en nuestra llama...

Arael Líntley

viernes, 13 de junio de 2014

MELANCOLÍA



Una dulce voz se ha posado en mi garganta, suena como el azúcar, como la miel, se derrite en mis labios, y susurra la tristeza de un pasado que no comprende el alma, un destino que no concierne a mi mente, un camino que se hace mientras ando...
Me mantengo a la escucha de sus palabras, que son como notas de un piano que navega en la nostalgia, como melodiosas frases de amor tenaz, amor profundo, amor de ese en el que me adormezco serena, mientras mis párpados se desmayan y mi corazón ralentiza su latido para ajustarse al de mi esencia...

Persigo tu corazón entre la niebla del anhelo, combatiente eterna entre la adversidad de lo infinito, descubriendo mi fortaleza, mi desasosiego, mi capacidad de dar, de caer y volverme a levantar, de enfrentarme a mi temor más fiero, siendo fe en mí misma, confiando, comprendiendo...

A veces creo que perderé mi último aliento sin hallarte, pero no me pierdo, no soy débil, no me vence el miedo, ni la oscuridad que me acecha entre las olas del mar de mis lamentos, soy frágil y vulnerable, sólo si así lo quiero, sólo si ser lo que soy es ser un alma sensible y desnuda en un lugar de armaduras de hierro...

Te he hallado, y se ha abierto el cielo, una luz se me ha clavado, me ha extasiado, mi leve dolor de melancolía que cantaba breve en mi pecho, se ha despedazado en tus manos, cuando me has mirado desde lejos, y yo, extremadamente muerta en mi deseo de ser el rayo que te alcance para darte lo que llevo en mi alma impuesto por quien seré siempre a lo largo de los tiempos, he sucumbido a mi propio amor, amor de ego, obviando el hecho de que tú ya no eres sólo algo etéreo, que tu mente es como un veneno de olvido que se cierne sobre lo que todavía no se ha unido, sobre lo que eres, ser desconocido...

Giro y giro entre mis extremos, desde lo más alto te miro y de beso, te guío y te expreso, mas cuando decaigo, soy víctima de mis complejos, de mi pavor a tu presencia esquiva, que se convierte en ausencia indiferente en mi mirada dolorida...

No sé quién soy cuando tu me olvidas...

Si no me recuerdas, ¿por qué habría de saber yo quién soy?



La tenue lágrima de mi alma se diluye con el agua de mi saliva, la cual se desdibuja en el beso nunca regalado, en la calma de mis heridas lamidas, en el pozo donde bebo tu amor a escondidas...


He naufragado, una vez más, y he sido rescatada de mi silencio, de mi inquietante desvelo, voy en busca de mi elevación, de mi norte, la dirección de mi sino, dirigiendo valiente el timón de mi barco en este océano de oscuros torbellinos, tratando de ser la diosa de amor que prometí ser para alcanzarte, para salvarte de tu propio olvido...un olvido que se me hunde en lo más hondo como un cuchillo...

Pero prosigo, con la mano de la melancolía tocando mi hombro en cada puerto, en cada intento de entrar en tu vida...en cada amarga caída...

Caminaré descalza ante tus ojos, para que me veas algún día... cuando permita que la estrella de mi alma sustituya a la melancolía...


Arael Líntley